Akhenatón y la religión del Sol

Amón y Atón: dos dioses opuestos

Sobre la naturaleza de este dios primero surgirán violentos conflictos que anuncian el final del esplendor egipcio. En el s. XIV antes de nuestra Era sube al trono de Tebas un joven soberano, Amenofis IV, que desde el principio se enfrenta con el clero, a causa, precisamente, de esta imagen de la divinidad suprema. Amón era el dios que en ese momento predominaba en la liturgia. Había ido ocupando el lugar de los demás dioses poco a poco y representaba la forma evolucionada del pensamiento egipcio: era la energía original que se encontraba fuera de todo conocimiento humano. «Forma única que ha creado todo lo que existe; Uno, que es único, creador de todos los seres; los hombres proceden de sus ojos, y los dioses de su boca", nos dice un himno que glorifica a Amón. Este dios incognoscible desempeñará un papel importante en la teología judeocristiana y en el Islam. A Amón, dios de lo lejano e inaccesible, Amenofis IV opone Atón, dios de la luz, identificada con el disco solar. Al cambiar de capital para huir de Tebas, donde el culto de Amón había conocido su máximo esplendor, Amenofis IV adopta el nombre de Akhenatón.

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