Del siglo XIX al xx: la búsqueda de nuevas vías

Los románticos: el eclecticismo apasionado

Ya antes de Rodin, un gigante entre los modernos, se produce una renovación de la inspiración y del estilo en los artistas cautivados por el ideal romántico. Barye y Carpeaux se bastarían para elevar en Francia el siglo al nivel de las épocas más grandes de la escultura, aunque muchísimas obras de la misma se hayan menospreciado. La escultura abunda tanto en las ciudades de los s. XIX y XX, que no la contemplamos individualmente. Barye es, probablemente, quien mejor representa el auge de romanticismo en la escultura francesa. Sus grandes estatuas, en bronce, de combates de animales, expresan esa energía de las fuerzas oscuras, de inspiración cercana a la de Géricault! o Delacroix; es uno de los mejores artistas animalistas de todos los tiempos. El arte de Carpeaux es mucho más matizado y variado. La influencia de Miguel Angel y del romanticismo da paso, la mayor parte de las veces, a una aspiración de naturalismo y de encanto, cercana a la de Houdon y de Pigalle. También las ciudades españolas se llenan de esculturas a partir del romanticismo. Hemos de destacar, entre los románticos, a P. Ponzano, autor de los Leones que figuran a la entrada de las Cortes españolas; Piquer. a quien se deben multitud de retratos, muchos de ellos «oficiales» (Isabel II, M.' Cristina de Borbón, El general Castaños, Espartero...); Agustín Quero! (estatuas del paisaje madrileño: Quevedo, Moyano, Sepulcro de Cánovas, en el panteón de Hombres ilustres); Ricardo Bellver (El µngel caído, en el parque madrileño del Retiro).

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