La producción escultórica sumeria comprende imágenes de dioses y diosas, de grandes personajes y, sobre todo, de fieles en actitud orante. Las estatuas de los fieles reunidas en los templos tenían un significado particular: el de sustituir a la persona representada en el tributo de fidelidad debido a la divinidad; ello explica el gran número de estas efigies encontradas, por ejemplo, en 1930, por el arqueólogo holandés Henri Frankfort en las excavaciones de Tel Asmar. Estos orantes, de cuerpo rígido y manos cruzadas en señal de adoración, y con los ojos muy abiertos contorneados de negro, parecen estar embargados por la presencia de la divinidad y conservan, a través de los milenios, un extraño poder de fascinación.
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