España: 1868-1936

La revolución de 1868

Llamada «la gloriosa», destronó a Isabel II y dio paso a la constitución de 1869, la más liberal de las redactadas hasta entonces, y a la monarquía de Amadeo I de Saboya. Al grito del almirante Topete, que sublevó a la escuadra en Cádiz, se unieron diversos levantamientos ciudadanos. En la batalla de Alcolea, las tropas revolucionarias, al mando del general Serrano, triunfaron sobre las realistas. Isabel II pasó a Francia y se formó un gobierno provisional, presidido por Serrano. Las Cortes constituyentes, que por primera vez se convocaron por sufragio universal y directo, redactaron la Constitución de 1869. Aunque los antecedentes de esta revolución estén en la convención de Ostende (1866), en que progresistas y demócratas llegaron al acuerdo de destronar a la reina, y en varias insurrecciones de 1866-67 (como la del madrileño cuartel de San Gil), las causas son más profundas: agotamiento de los partidos que habían sostenido a la dinastía, auge de partidos no dinásticos, crisis económica, proletarización progresiva de artesanos y campesinos como consecuencia de la incipiente industrialización… De hecho, entre los revolucionarios había un grupo de «entusiastas dispuestos a hacer una revolución mucho más radical que la consistente en la mera sustitución de la dinastía» (Carr). El grito general era «¡Abajo lo existente!». Pero fracasó, a la larga, en estos objetivos, por la diversidad de hombres de muy distintas procedencias e intenciones que la nutrieron. Ello no obsta para que, de hecho, señalara un punto de auténtico no retorno en la historia contemporánea española.

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