No hay civilización que haya logrado conocer e idealizar mejor a un tiempo este tema casi único de la escultura griega: el hombre, imagen y medida del mundo. Los juegos que se desarrollaban en los grandes santuarios exaltaban un ideal atlético que el joven ciudadano aprendía a conocer y practicar desde la adolescencia en las palestras y estadios. Ahora bien, la gimnasia requiere desnudez y un desarrollo armonioso del cuerpo. La anatomía no era ni vergonzosa ni misteriosa, como llegó a serlo a partir de la Edad Media. El artista tenía siempre ante sus ojos modelos vivientes, y el aficionado podía juzgar con todo conocimiento de causa la habilidad de éste para trasladarlos al mármol o al bronce. La danza y el teatro daban una sensación de vida, en constante cambio, a las vestiduras pesadas o ligeras que tan pronto disimulaban los cuerpos como los descubrían. Desde la época arcaica, el desnudo y los ropajes se conjugaban para crear dos tipos de estatuaria que responden a reglas precisas, uno viril, el kouros, y otro femenino, la koré. Uno está completamente desnudo, el otro, vestido. Los dos están de pie, con la pierna izquierda ligeramente avanzada para sugerir movimiento y, por lo tanto, vida.
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