Ib y Cristina

Ib y Cristina de Hans Christian Andersen I El claro y risueño vio de Gudenaa en la Jutlandia del Norte, besa las lindes de un bosque inmenso que penetra muy adentro en el país. Álzase el terreno en albardilla, formando como un antemural a través del bosque, a cuyo Oeste se levanta una choza de aldeanos rodeada de tierras labrantías, aunque livianas, pues la arena abunda entre la avena y la cebada que allí crecen con dificultad. Hace cierto número de años, las buenas gentes que habitaban la cabaña poseían tres ovejas, un cerdo y dos bueyes, cultivaban su campo y tenían de qué vivir, si se llama vivir el contentarse de lo absolutamente necesario. Jeppe Jaens, que así se llamaba el aldeano, se ocupaba durante el verano en las faenas de la labranza, y llegado el invierno fabricaba zuecos. Tenía un aprendiz que, como él, sabía hacer este calzado de madera de modo que fuese sólido al par que ligero, y tuviese buen aspecto. Fabricaban también cucharas y otros enseres...

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