Kant y la metafísica: la ilusión de la razón pura

Juicios analíticos y juicios sintéticos

Para Kant, «pensar» es, ante todo, «juzgar», es decir, relacionar. En este sentido, un juicio es un sujeto que va unido a un predicado; por ejemplo: «El cielo es azul.» «Cielo» es el sujeto, que va adjetivado por un color determinado, el «azul». Pero si, en lugar de esa frase, decimos «Todos los cuerpos son extensos», viene a ser como si afirmáramos que «el caballo blanco de Santiago era blanco», pues es imposible pensar un cuerpo sin considerar, a la vez, su volumen. La verdad de mi juicio está, pues, fundada solamente sobre el análisis del sujeto: lo único que hace falta para que el juicio sea cierto es que el predicado no esté en contradicción con el sujeto. Kant denomina a éstos juicios analíticos. Pero si decimos, como Newton, «Todos los cuerpos pesan», la cosa es muy distinta, puesto que por el mero análisis del sujeto «cuerpos» no se puede deducir jamás el predicado («pesan», «son pesados»), ya que es posible imaginar un cuerpo sin peso. En este caso, el juicio está añadiendo algo, y Kant lo denomina juicio sintético. Por tanto, el problema fundamental de la Crítica de la razón pura es: ¿con qué derecho se puede añadir, con el predicado, algo que no esté ya contenido en el sujeto?

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