Aunque hoy son signos gráficos, los caracteres de la escritura china eran, en su origen, pictogramas (imágenes para escribir) grabados sobre huesos. Las necesidades de la burocracia imperial desarrollaron y adaptaron la escritura que se hace a mano alzada, trazada con el pincel sobre el papel, método que generará unos trazos muy estilizados. La caligrafía adquiere un aspecto cada vez más pictórico, oponiendo en la página vacíos y plenos, blancos y negros. En la época de la dinastía de los Song (s.XI-XIII), la caligrafía alcanzó una de las cumbres en el refinamiento de la escritura, en particular con el emperador Huizong. La caligrafía se une a la pintura, a la que acompaña en el papel, y, lejos de permanecer abstracta, la expresión de los caracteres puede traer al espíritu de los chinos la connotación de formas naturales: una aguja, una serpiente, una gota de rocío... Más o menos nervioso, más o menos elegante, el trazado de los caracteres refleja la atmósfera poética que rodea a quien escribe. Después de haber sido propagada por el budismo, la escritura china fue adoptada en el Japón, donde se desarrolló una grafía nueva de trazo ondulante y rápido sobre papeles preciosos, que ponían en relación el gesto de escribir y el instante de la creación.
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