La equitación: el esfuerzo conjugado del jinete y de su montura

El caballo ha sido un animal de tiro y de guerra y, desde esas funciones, contribuyó al progreso del hombre durante milenios. En la actualidad, la equitación se manifiesta como deporte cuyos orígenes se pierden en la más remota antigüedad; el tratado de equitación más antiguo que se conoce pertenece a un jinete hitita (1360 a. C.); en el s. IV a. C, el filósofo e historiador ateniense Jenofonte redactó una obra sobre el arte ecuestre que todavía conserva valor. Los partos, jinetes muy experimentados, montaban sin silla y sin brida, con la sola ayuda de sus rodillas y de su peso. El arzón de silla y los estribos, inventados por los chinos, no aparecerán en Europa hasta los tiempos de Carlomagno, cuando también se comenzaron a utilizar el freno y la herradura de clavos. Equipados de esta forma, los caballos se hallaban en condiciones de soportar la carga de un hombre revestido con su pesada armadura. Cuando las armaduras desaparecieron, al resultar inútiles frente a las armas de fuego, los caballos también cambiaron: se convirtieron en animales más esbeltos y ágiles. En el s. XIV aparecieran las primeras escuelas de equitación. Primero fue Pignatelli en Italia y después Pluvi-nel en Francia, aunque se había formado en Italia. El adiestramiento se convierte en una disciplina estricta y da como resultado los ejercicios que se denominan aires de alta escuela. En el s. XVIII, La Guérinière, padre de la equitación francesa y también un jinete excepcional, establece unos preceptos que todavía hoy día siguen siendo aplicados de modo integral por la escuela de Viena, que fue creada en el año 1735.