El movimiento de las nacionalidades nace con la toma de conciencia de algunos pueblos de su propia identidad, de su originalidad y de su singularidad, vinculadas a una situación geográfica y étnica precisas, a una lengua común y, a menudo, a una tradición histórica dada. A veces, son los intereses económicos los que intervienen como factor determinante. Tal es el caso de Alemania, donde la aspiración nacional se expresó primero a través del deseo de unificar el país, pero donde el verdadero elemento motor fue la necesidad de unificar el régimen de aduanas de Prusia y después el de toda Alemania. En otros casos, el deseo de independencia es el fermento de la lucha nacional. Pero la mayor parte de las veces todos estos factores se conjugan, lo que explica la fuerza del movimiento en el s. XIX.
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