La explosión inventiva del s. XIX

Si el s. XVIII puso en todos los terrenos los cimientos técnicos de la revolución industrial, el XIX fue el de la explosión de la creatividad técnica. Júzguese si no: en algunos decenois surgieron inventos tan extraordinarios y tan dispares como la locomotora de vapor (1803), el barco de vapor (1807), la fotografía (1827), el motor eléctrico (1834), la bicicleta (1855), el motor de explosión (1867) y el teléfono (1876). ¿Pero se trató, efectivamente, de inventos en todos los casos? ¿No se debería hablar más bien, con mucha frecuencia, de innovaciones, es decir, de progresos técnicos buscados de una manera deliberada en laboratorios públicos o privados? De hecho, el s. XIX se sitúa en el gozne de los mundos de la invención y de la innovación, en la frontera del trabajo del hombre práctico aislado y del ingeniero perfectamente insertado en una oficina de estudios. Hasta entonces, los hombres prácticos inspirados habían sido, mucho más que los científicos, los...

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