La filosofía y la esclavitud del hombre respecto de la técnica

La cuestión del progreso

En realidad, es necesaria una gran dosis de presunción ciega para suponer que estamos mejor que en las épocas precedentes, aunque lo expresemos con la frase de Siger de Brabant cuando dice: «Somos enanos encaramados en las espaldas de un gigante.» Sin embargo, una iglesia como los Inválidos, de París, no significa un progreso arquitectónico con respecto a la catedral de Burgos, lo cual confirma la teoría de Mansart de que todas las catedrales siguen siendo edificios «góticos». Lo que existe, más bien, es una mutación en las perspectivas de la arquitectura. Igual que en música, nadie —salvo madame Verdurin— sigue pensando que Debussy signifique un progreso con respecto a Wagner. Y entonces, ¿no serán acaso el progreso y su contrapartida, la decadencia, completamente insuficientes para juzgar la historia? Ninguna historia de la música o de la arquitectura se deja limitar ya por la noción de progreso; ni incluso la historia general es en sí misma un progreso, pues progreso significa una mejora general sobre la base de una aspiración idéntica. Y lo que la historia nos enseña, precisamente, es la incesante transformación de las perspectivas y de las reivindicaciones.

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