La forma de la Tierra: medidas complejas

De la esfera al elipsoide

La hipótesis de la esfericidad de la Tierra se debe a Pitágoras, en el S. VI a. C., y fue en el 220 a. C. cuando Eratóstenes hizo la primera estimación del radio terrestre, con un error por exceso del 15%. A partir de la distancia existente entre las ciudades de Alejandría y Siene, en el sur de Egipto, la actual ciudad de Assuán, situadas ambas casi en el mismo meridiano, y del cálculo de la altura del Sol en el cenit, determinó el ángulo que forman entre sí las verticales de las dos ciudades, y dedujo de esta forma la circunferencia de la Tierra. A comienzos del S. XVII, el sabio holandés Snellius ideó un procedimiento de medida de arcos de la superficie terrestre, la triangulación, que le permitió determinar el radio terrestre con un error por exceso del 3,3%. A finales del S. XVII, Newton sostuvo que la Tierra era un elipsoide de revolución, achatado por los polos, lo que se confirmó en el S. XVIII como resultado de dos expediciones científicas simultáneas, una de ellas a Laponia, la otra a las proximidades del ecuador, en Perú. En esta época fue cuando se demostró que el elipsoide de revolución achatado es igual a la figura en equilibrio de una masa homogénea fluida que estuviera sometida a la gravedad y a la fuerza centrífuga. Esta teoría se apoya en el siguiente hecho: cuando unas fuerzas actúan de forma prolongada sobre un sólido, éste se «fluidifica» y tiende hacia la forma que tendría si fuese líquido.

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