La Inquisición: la caza del hereje

Salvar la cristiandad

La Inquisición fue el instrumento destinado a perseguir y castigar la herejía, es decir, todo lo que significara puesta en tela de juicio de la doctrina cristiana. Hasta principios del s. XII, las autoridades eclesiásticas se habían conformado con penas «canónicas», la peor de las cuales era la excomunión. Pero, de repente, se vieron enfrentadas a la herejía cátara, que amenazaba los fundamentos mismos del mundo cristiano, y a partir de ese momento se consideraron necesarias medidas más radicales. En 1184, los obispos fueron invitados a que visitaran sus diócesis para descubrir a los herejes. Más tarde, en 1231, se instituyó un tribunal permanente de excepción, el llamado Tribunal de Inquisición. Dependiente de manera exclusiva de la Santa Sede, se le dotó con todos los poderes de investigación y de procesamiento. Las autoridades civiles se vieron, constreñidas, bajo amenaza de ser acusadas de complicidad, a aplicar las sentencias. La terrible tarea se encargó a las órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos, que tenían fama de incorruptibles; y a ella se consagrarían celosamente.

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