La navegación fluvial: época dorada de las barcazas de transporte

El canal: vía líquida de comunicación

Hasta el s. XIV, la navegación se llevó a cabo al son de crecidas y estiajes. Francia contaba con escasas, aunque extensas, cuencas fluviales. El paso de una cuenca a otra se hacía con gran facilidad. Sin embargo, la mayor parte de los ríos no era navegable más de 7 u 8 meses al año a causa de un régimen irregular; fuertes pendientes, vaguadas sinuosas o fondeaderos desiguales que se oponían a la utilización rutinaria de los ríos. Los barcos de quilla plana y de pequeño tonelaje los descendían a costa de frecuentes embarrancamientos y los volvían a remontar con el sudor de hombres y bestias de tiro. Dos inventos vinieron a revolucionar el transporte fluvial: la esclusa de conchas y el canal de tramos. Desde hacía ya mucho tiempo se venía pensando en la manera de utilizar para la navegación los canales de avenamiento creados con el fin de cubrir las necesidades de la agricultura. Sin embargo, siempre quedaba el problema de cómo franquear las diferencias de nivel. La esclusa de conchas vino a resolverlo. El canal, constituido por una serie de tramos horizontales que facilitaban la sirga, no contaba con los inconvenientes de los cursos de agua naturales: El canal de tramos, inventado por Adam de Craponne bajo el reinado de Enrique II de Francia, permitía comunicar las dos vertientes de una montaña asegurando el paso de la cima por un tramo superior alimentado por las aguas derivadas de depósitos emplazados a un nivel todavía más alto.

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