La verdad: una, inalterable, eterna

La apariencia es la verdad de lo sensible. Pues, ¿acaso no es también cierto, en alguna medida, el mundo sensible? Los pensadores anteriores a Sócrates fueron, sin duda, quienes descubrieron esta verdad basada en la apariencia. «El Sol es tan ancho como el pie de un hombre», decía Heráclito. Pero, ¿qué sentido tiene esta afirmación? Seguros y orgullosos de nuestros conocimientos astronómicos -es decir, seguros y orgullosos de un cierto modo de representación científica- podríamos ver en la frase de Heráclito una ingenuidad propia de «la infancia de la humanidad». Podríamos entonces reprochar a Heráclito de la manera en que lo hacía Descartes: «Aunque veamos el Sol muy nítidamente, nunca debemos juzgar por ello que tenga el tamaño que nosotros vemos.» Pera, vayamos a una playa, tumbémonos y ocultemos el Sol con nuestro pie: entonces, la fiase de Heráclito se hace verdadera...