Las crisis balcánicas: un ensayo general

Un núcleo de agitación permanente

Turquía se encontraba debilitada por la influencia que ejercían sobre ella algunos Estados europeos, los cuales, lógicamente, deseaban ver incrementada dicha influencia: Gran Bretaña, por ejemplo, quería invertir allí capitales y proteger así sus rutas hacia la India. Rusia soñaba con controlar los estrechos y Austria ambicionaba extenderse hacia el Este. Por todo ello, la estabilidad interna del mundo turco quedaba permanentemente amenazada. Además, algunas provincias de mayoría cristiana no se resignaban a soportar el yugo de la administración musulmana. Por último, el movimiento de los «jóvenes turcos» quería imponer al sultán una serie de reformas que consideraba necesarias para la liberación del régimen. La situación se planteaba de forma más crítica en Bosnia-Herzegovina, provincia otomana situada en la frontera con el imperio austro-húngaro, donde se podía observar un claro despertar del sentimiento nacional. En 1875, la población, mayoritariamente serbia y cristiana, se rebeló contra los turcos, de lo que rápidamente intentaron sacar provecho las grandes potencias. Y va a ser finalmente el Imperio austro-húngaro el que se beneficie de ella, al ocupar dicha región en 1878.

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