Los había de todas clases. Estaban, por una parte, los profesionales de la mendicidad que inspiraban lástima a los viajeros, haciendo dramáticas ostentaciones de su miseria e incluso acompañados por niños tullidos. Estaban también las víctimas de las enfermedades y violencias de la época, no sólo los leprosos, sino enfermos de otro tipo aquejados de alguna de las múltiples afecciones de la piel, tan abundantes en la Edad Media. Estaban, por otro lado, todos aquellos a los que la justicia les había privado de un pie, de una mano, de la lengua o de una oreja. Y, por último, estaban los mendigos voluntarios, bien por espíritu de sacrificio o como obediencia a una penitencia que les había sido impuesta por la Iglesia como expiación de sus pecados.
Acceso sin restricciones a todo el contenido de la obra.
Sólo información contrastada de prestigiosos sellos editoriales.
Contenidos de renombrados autores y actualizaciones diarias.
La nueva plataforma del Consorcio ofrece una experiencia de búsqueda de fácil manejo y de gran usabilidad. Contiene funciones únicas que permiten navegar y realizar consultas de manera ágil y dinámica.
Convenios especiales: