Miguel Angel, el ideal encarnado del Renacimiento

La energía, expresión absoluta

Competidor de Leonardo da Vinci en Florencia y rival de Rafael en Roma, Michelangelo Buonarroti, llamado Miguel Angel (1475-1564), hizo una larga y brillante carrera al servicio de los Médicis y del Estado pontificio. Profundamente influido por el pensamiento humanista de su tiempo, a la vez que atormentado por la finalidad de la vida terrestre y dotado de una sensibilidad religiosa a flor de piel, Miguel An-gel realizó obras grandiosas, plenas de implacable energía expresiva y de maestría técnica. Una gran inspiración profética parece proyectar la materia y la forma hacia una resolución final que escapa al individuo: su pintura y su arquitectura revelan una obsesión por el volumen en movimiento en el espacio. La una, ilusionista, sin efectos de color; la otra, plástica, sin buscar la estabilidad o la armonía contemplativa: ambas anuncian el barroco. El artista domina la materia ateniéndose a un conocimiento objetivo de la naturaleza. El hombre universal entra en contradicción con el yo profundo, angustiado por el destino. Miguel Angel, titán y profeta del arte occidental, era también poeta. Ahogadas o sublimadas en el mármol indestructible, su pasión sensual y su ternura, nostálgicas, tiñen claramente las palabras. El último terceto de'uno de sus sonetos, dedicado a su amigo Tomaso Cavalieri, es una muestra de ello: «Amor, con sus manos mis ojos enjuga, prometiéndome que tanta amargura se tornará en dulzura, pues no sabría ser vil lo que tanto me cuesta.»

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información