¿Qué diferencia existe entre un pedazo de sílex y un caballo? Cualquier niño de cuatro años nos responderá que uno «se mueve» por sí mismo y que el otro «no se mueve». ¿Qué diferencia existe entre el mismo guijarro de sílex y una ostra? Mirando el asunto de más cerca, puede darse la misma respuesta: aunque la ostra no galopa como un caballo, es susceptible de moverse, de una manera muy limitada, pero característica. La respuesta sería la misma si se sustituye la ostra por un pulgón, una ameba, un infusorio microscópico, una planta con flores, etc. Pero el criterio del «movimiento espontáneo», adaptado a cierto fin (por ejemplo, a la respiración, a la absorción de alimento, a la protección), ¿es también tan evidente en el caso de un hongo? ¿O en el caso de los individuos que constituyen un macizo de coral? Además, ¿acaso no existen, en un ser «vivo», ciertos elementos en apariencia inertes? Un hueso o un diente, ¿no se parecen a la materia mineral?
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