Rusia se convierte en la Unión Soviética

La caída de los Romanov

A comienzos del s. XX, la oposición al zarismo estaba dividida en dos corrientes: una tendencia liberal y reformista representada por los constitucionalistas-demócratas (o kadettes) de Miliukov; y otra corriente revolucionaria, dividida a su vez en dos partidos: los socialistas-revolucionarios, sucesores de los populistas y los nihilistas, y los socialdemócratas, vinculados al marxismo. En 1903, el partido socialdemócrata se había escindido entre los bolcheviques, por un lado, agrupados en torno a Lenin, y los mencheviques, entre los que se encontraba Trotski. Los primeros defendían la necesidad de la revolución proletaria y se proclamaban herederos de Marx; constituyeron un partido independiente en 1912. Los mencheviques eran partidarios de consumar la revolución burguesa antes de emprender la del proletariado. La primera revolución, de febrero de 1917, redundó en beneficio de la corriente liberal y reformista. Desde enero, las dificultades interiores no habían dejado de aumentar hasta llegara crear una situación explosiva: la insurrección general estalló el 27 de febrero (el 12 de marzo según el calendario ruso); los rebeldes ocuparon el Palacio de Invierno de San Petersburgo, sede del gobierno. A partir de ese momento se constituyeron dos poderes de hecho: el Comité ejecutivo provisional de la Duma (asamblea), formado por liberales y «kadettes», y el Soviet (o Consejo) de obreros y soldados, compuesto por mencheviques y socialistas revolucionarios. La guardia personal del zar se pasó a las filas revolucionarias. El 15 de marzo, los Romanov abandonan la escena política.

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